Un día...


Y así fue como terminé, caminando sobre aquellos camino que quisiera no conocer tan bien.

     De no haber sido por aquella mirada tuya, quien sabe donde hubiera estado, pero el pasado nunca existió para nosotros, ni tampoco ese futuro que imaginamos, sólo quedaba vivirnos y pensar que ni el segundo anterior ni el posterior importaban. Sólo era tu mirada, y sólo era tu sonrisa. 

     Caminé sólo un par de kilómetros más (o la medida que se usara en aquella época) miré el horizonte frente a mi y vi a los pájaros ser devorados por el sol que quemaba mis pestañas. Sentí la brisa húmeda y salada que llenaba la comisura de mis labios con la sal que tanto te gustaba quitar. Era un hecho que no volvería, no después de que la luna pereció. Delante de mi, se extendía un inmenso océano, que más que estar lleno de agua, estaba lleno con tus recuerdos. Me descalcé y puse mis pies en la arena fría; una imagen vino a mi mente: Eramos tu y yo bailando. Por supuesto, era un Vals.

     El aroma de tu cabello inundaba mis poros, y nuestro aliento intoxicaba los sentidos. Nuestros pies se movían al ritmo lento y apasionado de aquella música. Un, dos, tres... tu cabeza se encajó en mi pecho, para comprobar que mis latidos, eran los que marcaban tus pasos, un, dos, tres... Dijiste algo, quisiera recordar que fue. 

     Abrí los ojos, y el mar seguía ahí, acariciando mis dedos con aquella espuma que, delicada, me decía que me acercara más. No lo dudé, y sintiendo un nudo en la garganta, me adentré hasta que el agua llegó a mi pecho. El sol pintaba el océano de color naranja, y su aroma era el de un lienzo que jamás podrá terminar de pintarse; como tu.

     Me di el lujo de meditar unos minutos, mientras mi cuerpo tiritante se acostumbraba a el agua que se absorbía, no por mi piel, sino por mi mente. Cuando menos me lo esperaba, ya estaba flotando mar adentro, levitando suavemente, como si fuera a tus brazos. Un recuerdo más profundo tomó posesión de mi: Era tu silueta, recortada por el resplandor de un atardecer tan rojo como el que tenía frente mí en ese momento. Me acerqué lentamente para asustarte, ¿cómo iba a hacerlo, si sabías que estaba ahí antes de que siquiera pensara en otra cosa más que tu cintura? Volteaste ligeramente y señalaste el horizonte, me adelanté unos pasos para rodearte con mis brazos y mirar al infinito que se presentaba incompleto frente nuestras pupilas. Te respiré de nuevo, ese aroma que entibiaba mis pensamientos, y hacía que mi piel se sintiera tan cómoda. Nos quedamos mirando el sol ocultarse, hasta que tu madre: La luna, se le ocurrió mostrarse en lo alto. Por un único segundo, que nunca olvidaré, dejaste de mirar mi alma con tus manos, y las extendiste hacia el astro que te llamaba, que te transformaba en eso que eres. Y comprendí donde estaba parado.

Mis ojos se abrieron una vez más, y mi cara flotante apuntaba hacia aquella gran sustituta, blanca, redonda, y que acaricia los párpados. Aquella luna que amas tanto, estaba ahí, esperando una respuesta de mi garganta. Le dije que la amaba, y seguramente, lo hice al mismo tiempo que tu. Me hundí por fin en las olas, y ese color azul profundo, rasgado por los rayos de la noche, se apoderó de mis sentidos. Disfruté de el frío de la profundidad, que se volvía negra con mi avance. Cuando todo se volvió negro absoluto, cuando todas las direcciones eran lo mismo, y cuando ya no supe decir la diferencia entre la total oscuridad y mis ojos cerrados, entonces... 

Apareciste.



                                Kundu del Castillo

2 comentarios:

Unknown 13 de diciembre de 2009, 20:24  

Éste, definitivamente, es de mis favoritos. Me gusta cuando escribes del mar...

julia.esteva 5 de enero de 2011, 8:31  

Este me encanta... Te hace transportar al lugar y sentir el fondo del mar.

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Kundu del Castillo

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Relatos de un cuervo

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Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

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