Un poco más sobre Ana (Piedad II)


Miró aquella estrella que se acercaba y como un relámpago le atravesó la frente.


La muerte no fue algo tan definitivo como pensó que sería, y ciertamente tampoco tan negra como se imaginó al cerrar los ojos. El mayor de los problemas, era que podía seguir sintiendo:

En su frente, una bengala ardiente avanzaba impasible hacia el centro de su cabeza, y con cada milímetro que avanzaba el mundo de sus recuerdos se derretía sobre el infinito. El universo y la primera de sus sonrisas se combinaban para formar una nueva imagen. La creación del fuego y aquella vez que montó a caballo era ahora la misma cosa. Incluso, aquella ave que decidió cantar cuando el rocío de la mañana despertó sus sentidos, se había amalgamado sobre la primera palabra pronunciada por ella.

Sus ojos, ahora no eran más que otro recuerdo inservible de algún aparato que alguna vez tuvo una utilidad, y no serviría más que como un arcaísmo de la vida que decidió abandonar en la furia y en la desesperación de un ser incomprendido. Sin embargo, quiso pedirle a aquel haz de luz que atravesaba su mente, que le permitiera usarlos una última vez.

Arrancó con desesperación aquellas imágenes homogéneas de su pasado y el infinito, y pudo separar sus párpados que se encontraban unidos no por un medio físico sino por la inconformidad de haberlos usado de una manera errónea. Lo primero que pudo hacer, fue mirar hacia abajo. Tal vez porque quería mentir una vez más. Y sus plantas se encontraban postradas sobre el mundo entero. Miró el resto de su cuerpo y pudo darse cuenta de que era tan grande como todo el sistema solar. Su piel era una mezcla intangible, plasmática, y difusa, sólo la imagen borrosa de lo que antes había sido su cuerpo desnudo.

Frente a ella, se encontraba todavía como lo recordaba, el sol. Cada rayo que se emitía desde el caliente centro del aquel astro, debilitaba su cuerpo, y la invitaba a dejarse llevar por aquella energía que se irradiaba con fuerza en el vacío del espacio. Quiso tocarlo, pero no pudo. Al acercar uno de sus dedos, éste se hizo añicos, deshebrándose en pequeñas ráfagas de humo que se disipó de inmediato. Sin embargo, las ganas de poseer aquella estrella imperaban sobre su razón difusa como su cuerpo. Extendió la palma para poseer por fin aquel astro, pero su mano se desintegró de inmediato. No había razón ni dolor suficiente como para discernir lo sucedido, así que decidió devorarlo entonces. Bastó con ponerlo dentro de su boca para saber a donde habían ido su dedo y su mano.

El universo frente a ella se pareció dar un espasmo, y cada estrella y planeta en él comenzaron a dirigirse a un sólo vértice: Los ojos que quiso usar por última vez. Un torbellino de luz, materia y calor empezó a formarse frente a su rostro, todo dirigido a su mirada. Comenzó lentamente, pero al cabo de unos instantes, la fuerza se hizo furiosa. Sus ojos, poco a poco, devoraron el universo y su contenido, y hasta la última estrella y pedazo de roca existente o inexistente formaron parte de lo que serían ahora sus recuerdos. Lo único que pudo observar ahora, fue un profundo e inconsolable negro que se extendía indefinidamente en todas direcciones.

No existía para ella, la palabra existencia. Ni volvería nunca a usar la palabra Volver, y el significado de su nombre significaría nada por siempre. Era ahora, nada más que una conciencia a la deriva. No era nada más que el contenido de el universo, y no era nada más que una estrella que se perdería en la conciencia de alguna otra mente, la cual algún día, quisiera escapar de una existencia donde los rostros no perciben más que la figura de una estrella en la frente de una niña.

Ana no era nada ahora, más que una estrella fugaz.





Kundu del Castillo

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Relatos de un cuervo

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Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

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