Comenzando




Y bueno, aquí me encuentro de nuevo, parado frente a los caminos que ya conozco y los que me gustaría conocer. Sin embargo, creo que no tomaré ninguno de ellos. Por ahora, justo en el lugar en donde estoy, me siento bien.

Quisiera decir que estoy peor, pero la verdad me doy cuenta de que por lo menos ahora, he tomado por fin una decisión que me hace ser una mejor persona, porque si algo he de lograr con esto que siento, es el bienestar, esta vez, de alguien más. Mi cuerpo parece más ligero, y los días pasan ahora verdaderamente lentos, y aunque mi descanso sigue siendo prácticamente nulo, al menos es mío.

No puedo evitar extrañar, y por momentos, desmoronarme por la sola idea de dar unos cuantos pasos hacia atrás, sonreír, y zarpar a partir de ahí. Pero en definitiva, y como ha sido siempre en mi vida polimórfica, he de comenzar de nuevo, aunque esta vez, con un objetivo que por ahora, me es totalmente claro. Porque si he de ser una mejor persona, además de hacerlo por mi, lo hago con el afán extra de recuperar el amor que se me escurrió de las manos. Un amor, que de cualquier manera, es el mío.

No puedo negar que es difícil, porque a pesar de todo, hoy me duele. Mi sonrisa, la cual me hace sentir mejor, no es del todo de completa satisfacción, sino de orgullo, me siento orgulloso por haber desprendido de mi, algo que al menos ahora, se que está mejor.

Fueron unos últimos momentos verdaderamente fantásticos. Desde mirar por última vez aquellos ojos, hasta amanecer, con una sonrisa en la boca, y una lágrima en la mejilla. La naturaleza es así, y a fin de cuenta somos parte de ella, incluso, rodeada de ella, de frío causado por los árboles y el césped, quiso aprisionarnos, como si a ella también le causara nostalgia y pesar, saber que no volvería entrar ahí acompañado. Y ciertamente, no quisiera.

Cómo olvidar, aquel instante, en el que como es usual en mi, cambié mi rumbo, para tomar un camino más largo, con el afán de extender un poco más aquel aroma que hace de la vida algo más valioso. Para mi sorpresa, terminé en otro de esos lugares que no pueden olvidarse ya nunca, y que desde ese instante, lo bauticé con la mirada, para convertirse en un lugar de reflexión y de añoranza, al cual volveré con la esperanza de mirar de nuevo aquellos pozos almendrados que hacen que mi espina dorsal se estremezca con sólo evocarlos. Espero, por que no, encontrar una más de esas fotografías, que hicieron de mis últimos momentos algo fantástico y con mucho significado. Sin duda, quiero sentarme ahí, quiero olvidar la urbanidad frente a mi, y recordar, recordar...

Decidimos entonces, regalarnos un día más, y por esos instantes, olvidar. Sólo un preámbulo, para años que sinceramente, nunca olvidaré. Creo que...

No pudo haber terminado mejor.



Hoy, me siento una persona distinta, capaz de moldear un poco más el mundo, capaz de mirar a las personas con un ojo aún más crítico, y más sabio. Quiero volverme interesante, quiero escribir las intermitencias de la felicidad, quiero lograr levantar los párpados de aquellos que desean despertar y quiero, sobre todo, vivir a lado de la persona que amo.

Hoy me siento distinto, hoy me siento fuerte, me siento débil.
Hoy me siento también, más leal que nunca, y más enamorado que nunca. De la vida, tal vez...

Porque a pesar de que he de seguir mi camino, a pesar de que tarde o temprano tengo que caminar de nuevo. Siempre tendré en ojo puesto en ella. En espera, de que yo sea lo mejor otra vez.

Mientras tanto, tengo un par de cosas que hacer, que por lo menos, ayuden a comer este tiempo que comienza a erosionar mis latidos. Que ayuden, a mitigar aunque sea un poco el dolor. Como dije ya antes, creo que por primera vez, quiero ser feliz.

Esperaré....







Kundu del Castillo

Diálogos II


-Hoy hablé con mi padre...

+¿Y te dijo algo importante?

-Todo...

+¿Tu le dijiste algo importante?

-Todo...

+Sigo contigo, así que se como te sientes. No estás sólo.

-Si lo estoy, porque, eres lo único que tengo, y el hecho de que estés aquí, conmigo, se llama soledad.

+Te amo

-Yo también....






Kundu del Castillo

Diálogos I


-Sabes... durante mucho tiempo te necesite.

+Habrá sido porque te gusta sentirte triste.

-No es nada más eso, extrañé tu toque, el roce de tus dedos en mi cara, cada momento en el que mi vida tuvo sentido al hacerme llorar.

+Te repito, tal ves es porque te gusta sentirte triste.

-Y qué si me gusta?

+Pues, es que no puedo estar contigo siempre. Hay veces que tienes que ser feliz sabes?

-De que me sirve? Si no es a tu lado, mis palabras suenan vacías con el paso del tiempo.

+Si no eres feliz alguna vez, nunca sabrás cuando estas triste.

-Pues vaya manera de hacérmelo saber. Pudiste habértelo ahorrado.

+Lo hago porque te amo.

-Lo se, es lo peor de todo. No se como lo haces, pero contigo he sido feliz. Ya sabes, a pesar de ser mi tristeza.

+Hay veces, que no entiendo por qué me amas tanto. Por mi naturaleza, debo lastimarte.

-Pero eres hermosa, y aunque frías, tus manos son suaves y delicadas conmigo. Tu silueta es de total elegancia, y me gusta tenerte a mi lado, latente.

+No quiero lastimarte, pero me llamas cada segundo. Ojalá entendieras que yo tampoco puedo vivir sin ti. Y si tu mueres, yo lo haré contigo.

-Creo que por primera vez en la vida, quisiera ser Feliz...

+Yo también quiero que seas feliz.

-Gracias Nora

+No me agradezcas, no seas tonto.

-Te amo

+Y yo a ti.





Kundu del Castillo

La fruta


Y tomé la fruta...

Supongo que ya me habían dicho como era, pero al tenerla en mis manos, supe que no podría llevarla a mis labios. Tal vez por miedo, tal vez por uno presiente cuando la naturaleza se vuelve venenosa. Y aún así, no pude quitarme la idea de morderla, de devorarla con la ansiedad que la vida se había empeñado en acumular en mi. 

¿Cómo olvidar aquel árbol? Con sus ramas hermosamente torcidas, con sus hojas color carmín, tal y como la sangre que me regalaste para poder llegar hasta ahí. El viento no podía mover aquellas hojas, no porque no lo quisiera, sino porque en aquel lugar dentro de tu alma, no había ningún aire. Quisiera haber muerto sin respirar, pero tu calor me mantenía vivo, me daba la energía reticente para que mi alma sufriera al perderte otra vez. Ojalá pudieras haberte visto en tus adentros, y tocaras las venas que alimentaban aquella planta. 

Mordí aquel fruto, y mis labios se entumecieron de inmediato. Mi corazón sintió el regocijo de terminar su ciclo incansable. Abracé tu tronco, y llore del dolor que punzaba profundo, fuerte en el pecho. Y la locura llegó a mi cuando no pude parar de reír. Cada músculo dolía cada vez mas, en tensión por la hilaridad de tu recuerdo. De recordar como tus ojos me guiaron hasta ese lugar, de como la increíble paradoja de nuestro cariño terminó por procrear un fruto tan ponzoñoso. 

Debiste ver, cómo mis manos se volvieron ramas, y debiste ver, como un nuevo árbol abrazó tus hojas, y debiste ver cómo la nueva vida surgió, para acabar con la vida los curiosos.


Kundu del Castillo

Te extraño


Se enteró de aquel fenómeno del que alguna vez todos han hablado. Y no fue sino hasta que se vio obligado a transmitir la noticia, que se decidió a verlo por si mismo. Tomó sus recuerdos, y los envolvió sobre si mismo. Quería que todo en él, estuviera presente para sentirse uno mismo de nuevo. Aún así, se prestó a la incertidumbre. Paso tras paso sintió la emoción propia de aquellos momentos que lo hicieron suspirar, y esperó también, ser digno de volverlo a experimentar. No olvidó meterse su orgullo en el bolsillo, tal vez lo necesitaría.

Subió los escalones para llegar a donde el universo lo esperaba, sólo para darse cuenta de que la ventana que se abría sobre él en ese cielo, no podía ser más grande que la de sus ojos, y deseó por ese instante arrancar aquellos límites que su visión le proporcionaba. Se quedó parado un par de minutos, mirando el mundo a su alrededor, aquel que sin pedir algún permiso se colocó sobre lo natural. Apagó con sus ojos, cada luz que pudiera estorbar, y mientras lo hacía, recordó la belleza de querer compartir algo tan basto como la existencia con un ángel. Sintió aquella calidéz característica de su ceño fruncido, y cerró los ojos.

Al principio no hubo más que la nada, manchada de vez en cuando con la imagen de alguna memoria lo suficientemente intensa para quemar en el fondo oscuro, una sombra de lo que aún se desea conservar. Se sintió atravesar su propia alma, deshebrando cada sentimiento, hilo por hilo, y colocándoselos en la boca. Su sabor no era más dulce que el vino joven, y su textura era eléctrica. Lo hicieron llorar.

Abrió sus ojos por fin, y lo que miró no fue el cielo, sino el universo entero. Sus incontables estrellas brillaban intensas y estables para ser admiradas. Sintió, como el firmamento se movía, o más bien, lo hacía él junto con el mundo. Y en ese instante recordó, que el universo está ahí, existiendo, y que sin su presencia, la existencia es la existencia. En ese instante, su pecho se abrió de par en par, y de él, salieron sus tristezas, salieron sus lamentos y se disiparon en el vacío del espacio, que mal llamado, es todo menos vacío. Sus sentimientos brotaron imparables hacia el cielo, y a pesar del dolor, sus rostro no era otro más que el de un sonriente súbdito de el existir. Y entonces, vio caer la primera estrella...

Su pecho se cerró, y la luz proveniente de algún lugar se disipó también. Sólo fue el, y un haz de luz. Y lo que se introdujo en él, no fue sólo el imaginar un futuro, sino recordarlo. Dentro de su alma, se agolparon sus diferentes tiempos, que se expresaban todos a la vez por su mirada incauta. Disfrutó cada instante microscópico que duró aquella estrella al caer, y recordó de pronto que tenía el derecho a un deseo.

Pidió saber que pedir... Y la respuesta se hizo clara. Abrió su boca grande, y aspiró cuanto pudo, quería tragarse el cielo, quería sacudir el firmamento. Quería ver otra estrella caer... Y tal vez un segundo después, si tal cosa existió para él, otra estrella rasgó el cielo, y cortó su mirada por mitad. Se dejó caer hacia arriba, desprendiendo sus zapatos de la tierra que lo había procreado, y que ahora debía dejar ir, tal y como un árbol deja volar su semilla. Lo hizo rápido, con infinidad, extendió sus manos lo más que pudo y la atrapó.

Era más pequeña de lo que pudiera haber imaginado, pero quemaba su palma con mucha intensidad. Atravesaba lento y escupía su luz por cada poro en su piel. Supo que no podía conservarla por mucho. Cerró fuerte su puño, observando como su carne se hacía traslúcida con tanta luz. Se dejó caer de nuevo, esta vez hacia el suelo, pero esta vez, lo hizo cerca de una ventana que él conocía bien. Le pareció absurdo, pero ni siquiera tanta luz podía arrebatar el sueño de aquel ángel. Se colocó cercano a su rostro, y pudo percibir aquel aroma a electricidad. El astro en su mano, imploraba por una salida, quería seguir con su camino trazado en el universo. Y cuando sintió que la estrella estaba por atravesar su palma, se decidió ha hacerlo por fin, y la colocó en su boca. De sus ojos, no pudo salir ninguna luz, pues nada podría haber cegado en lo más mínimo al hombre que miraba con ternura a aquel ser hermoso dormitando. Y con la estrella en su boca, la besó...

Fue entonces, cuando el vacío del espacio, y de su pecho, dejó de llamarse vacío. Para darle un nuevo nombre, para resignificar aquellos recuerdos de su futuro. La despertó, sus ojos se abrieron de golpe, y al notar sus labios encendidos, comprendió que se trataba únicamente de la unión inefable de la existencia con la añoranza. Él la llamó por su nombre y le susurró al oído lo único que le vino a la mente:








Kundu del Castillo

Un día...


Y así fue como terminé, caminando sobre aquellos camino que quisiera no conocer tan bien.

     De no haber sido por aquella mirada tuya, quien sabe donde hubiera estado, pero el pasado nunca existió para nosotros, ni tampoco ese futuro que imaginamos, sólo quedaba vivirnos y pensar que ni el segundo anterior ni el posterior importaban. Sólo era tu mirada, y sólo era tu sonrisa. 

     Caminé sólo un par de kilómetros más (o la medida que se usara en aquella época) miré el horizonte frente a mi y vi a los pájaros ser devorados por el sol que quemaba mis pestañas. Sentí la brisa húmeda y salada que llenaba la comisura de mis labios con la sal que tanto te gustaba quitar. Era un hecho que no volvería, no después de que la luna pereció. Delante de mi, se extendía un inmenso océano, que más que estar lleno de agua, estaba lleno con tus recuerdos. Me descalcé y puse mis pies en la arena fría; una imagen vino a mi mente: Eramos tu y yo bailando. Por supuesto, era un Vals.

     El aroma de tu cabello inundaba mis poros, y nuestro aliento intoxicaba los sentidos. Nuestros pies se movían al ritmo lento y apasionado de aquella música. Un, dos, tres... tu cabeza se encajó en mi pecho, para comprobar que mis latidos, eran los que marcaban tus pasos, un, dos, tres... Dijiste algo, quisiera recordar que fue. 

     Abrí los ojos, y el mar seguía ahí, acariciando mis dedos con aquella espuma que, delicada, me decía que me acercara más. No lo dudé, y sintiendo un nudo en la garganta, me adentré hasta que el agua llegó a mi pecho. El sol pintaba el océano de color naranja, y su aroma era el de un lienzo que jamás podrá terminar de pintarse; como tu.

     Me di el lujo de meditar unos minutos, mientras mi cuerpo tiritante se acostumbraba a el agua que se absorbía, no por mi piel, sino por mi mente. Cuando menos me lo esperaba, ya estaba flotando mar adentro, levitando suavemente, como si fuera a tus brazos. Un recuerdo más profundo tomó posesión de mi: Era tu silueta, recortada por el resplandor de un atardecer tan rojo como el que tenía frente mí en ese momento. Me acerqué lentamente para asustarte, ¿cómo iba a hacerlo, si sabías que estaba ahí antes de que siquiera pensara en otra cosa más que tu cintura? Volteaste ligeramente y señalaste el horizonte, me adelanté unos pasos para rodearte con mis brazos y mirar al infinito que se presentaba incompleto frente nuestras pupilas. Te respiré de nuevo, ese aroma que entibiaba mis pensamientos, y hacía que mi piel se sintiera tan cómoda. Nos quedamos mirando el sol ocultarse, hasta que tu madre: La luna, se le ocurrió mostrarse en lo alto. Por un único segundo, que nunca olvidaré, dejaste de mirar mi alma con tus manos, y las extendiste hacia el astro que te llamaba, que te transformaba en eso que eres. Y comprendí donde estaba parado.

Mis ojos se abrieron una vez más, y mi cara flotante apuntaba hacia aquella gran sustituta, blanca, redonda, y que acaricia los párpados. Aquella luna que amas tanto, estaba ahí, esperando una respuesta de mi garganta. Le dije que la amaba, y seguramente, lo hice al mismo tiempo que tu. Me hundí por fin en las olas, y ese color azul profundo, rasgado por los rayos de la noche, se apoderó de mis sentidos. Disfruté de el frío de la profundidad, que se volvía negra con mi avance. Cuando todo se volvió negro absoluto, cuando todas las direcciones eran lo mismo, y cuando ya no supe decir la diferencia entre la total oscuridad y mis ojos cerrados, entonces... 

Apareciste.



                                Kundu del Castillo

Infinitud


Me vi caminando a lo largo de un enorme pasillo hecho de piedra gris, muy fría, con eco.
Y el sonido de mis pasos, al repetirse en mis oídos, me recordaban con cada pisada, que me estaba alejando de lo que quería para mi vida. Desee, por un momento, encontrarme en alguna época olvidada, en donde las nimiedades de la existencia, eran eso: Nimiedades. Y casarme con algún oficio que hiciera demasiado bien. Pero no. El pasillo frente a mi se extiende infinitamente, así como mis posibilidades.

Pensé en la primera de mis opciones, y la estancia se iluminó de un color rojizo, proveniente de un atardecer intenso que atravesó los ventanales con peculiar fuerza. Bastó tan sólo una mirada a uno de ases de luz para quedar ciego. Sin embargo, el frío desapareció. Sentí ese calor envolvente que se deslizó sutilmente dentro de mi nariz, y mi pecho quedó cálido.

Avancé un par de pasos más, a tientas, sintiéndome arropado por alguna fuerza superior. Algo en mi interior me dijo que no me debía confiar, pero hice caso omiso. Como siempre. Comencé a correr... Sentí por primera vez gratitud de que aquel túnel fuera tan infinito, pues adoré sentir que mis piernas eran libres.

Me tropecé con algo que perdí gracias a mi ceguera, y me rompí la cara...

El pasillo se volvió frió de nuevo, y las líneas entre las baldosas se hicieron aún más negras. Como si detrás de cada bloque, se extendiera un universo que me negué a conocer. Me levanté con cuidado y miré un instante la sangre que quedó en el piso. Era mi rostro, y estaba sonriendo. Quisiera haber sonreído también. Pero ahora dolía.

Caminé de nuevo. Hubo una segunda imagen en mi mente, y la baldosa sobre la me apoyé se hundió junto conmigo. Intenté aferrarme a la orilla, pero de poco sirvió, el suelo entero se hundía y se derramaba como miel sucia sobre el infinito negro. Vi todas esas rocas cayendo conmigo, y me dejé... Ya de poco me servía morir de cualquier forma.

Caí sobre un suelo demasiado parecido al anterior. De hecho, el mismo. Me coloqué con la espalda en la pared para que el resto de las rocas cayeran, no me salvé, y una me golpeó el hombro derecho. Grité del dolor, y me escuché a mi mismo cientos de veces. Pensé que era el eco, pero había algo distinto en aquel sonido. Me acerqué al ventanal que se repetía constante a lo largo de mi pasillo gris. Y me encontré con un espejo en su lugar. Vi mi rostro, lastimado y manchado con el dolor de mis heridas, y de mi hombro que punzaba. Quise poner mi frente contra mi reflejo, esperando la superficie fría. Pero lo único con lo que me encontré fue con el calor de mi propio rostro. Asustado, retrocedí así como mi contraparte. Nos miramos, y al acercarnos, nos olimos. Éramos reales hasta la última fibra. Igual de asustados. Los ventanales se mostraban a ambos lados del corredor, y como supuse, detrás mío estaba yo de nuevo, mirándome la nuca. No me di cuenta cuando me convertí en mi reflejo, y comencé a mirarme con la misma sorpresa. Mis ojos, después, volvieron a dejar de ser los míos, para convertirse den los de mi gemelo a mis espaldas. Se repitió un centenar de veces. Parpadeo tras parpadeo, dejaba de ser yo, para convertirme en mi mismo. Mareados, yo y mis otros yo vomitamos en las baldosas a nuestros pies. Y lloramos todos juntos. Pero me di cuenta de algo: Yo lloraba más fuerte.

Fue entonces cuando comprendí que había una diferencia entre yo y mis otros yo. Que el único que existía era yo mismo. Miré a mi copia que me miró con la misma intensidad. Pero está vez supe que aquel no sabría lo que iba a venir. Caminé decidido hacia mi reflejo e intenté atravesar el umbral. No me sorprendió ver, que me estorbaba. Voltee hacia atrás, y me vi volteando hacia atrás mientras me bloqueaba a mi mismo. Y entonces, hice lo más sensato: Cerré mi puño y golpee el rostro frente a mi. Salí ileso, y mirando hacia atrás, vi mi cuerpo en el suelo agarrándose la cara. Salté por el umbral y esquivé mi cuerpo tirado y retorciéndose de dolor. Mis otras copias saltaron junto conmigo. Corrí hacia en frente, donde ya no había otros como yo en mi camino, y cuando miraba hacia atrás, mi imagen se fue volviendo más lejana con cada umbral que atravesaba. Pronto me encontré sólo, caminando y saltando umbrales, de nuevo, de manera infinita. Me detuve, y recordé que a mis costados, el pasillo continuaba. Me decidí a ya no atravesar más el marco de los ventanales, y seguir mi camino de nuevo. Gris, frío y extrañamente acogedor.

Caminé otra vez, temeroso y dolorido. Me dolía mi rostro, y me dolía mi alma. No temía, por el lugar a donde iba, sino temía una nueva idea de mi corrompida cabeza. Fue precisamente esto, lo que trajo a mí una tercera imagen. A mi costado, un de los ladrillos de piedra se hundió, dejando espacio a penas, para que cupieran mis dedos. Los introduje, y un poco más arriba de mi cabeza, otro hueco se abrió. Metí mi otra mano, y un poco más arriba se hundió otro ladrillo. Supe lo que tenía que hacer. Así que comencé a escalar. El techo no estaba muy lejos, así que confiado trepé por la pared. Descubrí a los pocos metros, que el techo no se hacía más cercano, ni más lejano, pero que con cada avance, el suelo se alejaba más y más. Para cuando reparé en este hecho, la caída ya era letal. Sentí el vértigo y el frío de la altura, y una ráfaga proveniente de mis deseos por caer me empujó y me dejó colgando de una mano. Me sostuve con fuerza y volví a aferrarme con fuerza. Escupí mi miedo, y escalé de nuevo, escalón tras escalón. No con la intención de llegar a algún lado, sino con la necedad de retar al universo y ver quien era más obstinado, si yo avanzando por la pared, o el suelo alejándose de mi. Ya poco importaba.

Avancé un escalón más mientras miraba hacia abajo, y el techo se me echó encima. Caí con los ojos cerrados, y me encontré acostado en el suelo tan sólo medio segundo después.

Comprendí que no era mi muerte el propósito de aquel lugar. Sino yo, en él. La eternidad de mi alma alimentando los muros pétreos. Comprendí que efectivamente, tenía que, por fuerza, dar por sentado la infinitud de los caminos frente a mi.

Sonreí por la ironía de mi propia situación y cansado, me senté con los ojos cerrados.

Y Ahí, inmóvil, dentro de mi mismo, por fin te encontré.





Kundu del Castillo




Enkeli...

Molestia

Cielos... creo que en mi vida me había sentido tan molesto.

Así que es así como se siente... Pfft

Lo fui todo


Lo fui todo ese día.

Fui aquel aparato, que de una forma en que se lo pidió su dueño, avisó casi con pesar, que había que encontrar las miradas. Temeroso, con aquel mensaje en sus adentros, llamé la atención de aquella mano, que tantas veces me utilizó para hacerme hablar sin sonido. Y sin embargo, en ese momento, no fueron las yemas las que respondieron, sino los ojos y la boca, que reflejaron la tristeza de lo que dije. No pude evitar sentirme culpable. Sin hablar, había causado la melancolía, y había borrado la sonrisa de la boca, para hacer que el corazón latiera más fuerte. Aún así, después de meditarlo, recibí una nueva orden, que con pesadez se refería a una taza de café.

Fui también los zapatos que, a pesar de que suelen tocar el suelo con algún tipo de gracia, ese día decidieron restregar su rostro contra el pavimento. Lentos, pesados, preocupados por no moverse con la velocidad adecuada. Al tanto de el llanto que no se escuchaba, pero que se sentía a cada paso, largo, a tres tiempos como siempre, pero no era un Waltz lo que danzaban, sino una marcha, directo hacia la incertidumbre que recorría hasta la punta del dedo pequeño. En donde yo, los zapatos, intenté marcar uno que otro obstáculo, tal vez con la intención de no llegar.

Más tarde, y de la única manera en que podría autodefinirlo, fui el reloj. No el tiempo, ya que nadie puede suplantar su lugar, por su posición de inexistente, pero si fui el reloj. Caminando sin zapatos, no como yo. Pero si, con mis dos piernas, avanzando temerario hasta marcar la hora que de cualquier manera, los ojos no querrían ver. Como siempre, me hice tarde, sintiéndome culpable sólo por haber llegado a donde estaba. Mi tiempo intentó detenerse justo cuando el corazón pareció recordar que ya era la hora. Pero las manos, estaban demasiado ocupadas para sacarme de aquel bolsillo, que también fui (pero mi historia como bolsillo fue muy aburrida). Así que fue de esperarse, que a pesar de mis esfuerzos, hice llegar tarde a los pies. Sin embargo, a partir de ese momento, y en cualquier segundo posterior, siempre marqué la hora correcta, exacta, siempre marqué el instante en que la vida tendría un diferente significado.

Fui el aire frío. Envolviendo al rostro, y al otro rostro. Uno con ojos cansados, y pocas fuerzas, y aún así, decidido. El otro, mucho más delicado, suave al tacto, y definitivamente hermoso. Quisiera mejor haber sido los ojos en ese momento, para dejar mi labor de mantener la vida, y dedicarme a observar la belleza que se presentaba no frente a mi, sino dentro de mi. Un pequeño viento frío, que erizó la piel justo antes de de comenzar una palabra. Al menos, en ese segundo, fui testigo, de la extinción de una llama, que se rehusaba a morir. Lástima que dejé de ser el viento en alguno de esos segundos, porque morí antes de poder llenar el interior de el cuerpo, el mío propio, y el de ella.

Después tuve el trabajo más pesado: Fui aquella mesa. Siempre obligada a ver hacia arriba, vi al mentón, y vi a los ojos a penas. Mi cuerpo, hecho de una madera que ya nadie reconoce, tuvo la compleja tarea, como siempre, de llevar el peso de aquellos que vivieron alguna felicidad, o alguna infelicidad sobre sus manos. Y ese día, no sólo pude ver a los ojos, sino que mi madera se hinchó de manera imperceptible, porque desde aquellos rostros, vi llover sal. Y con cada gota, el peso se hizo cada vez más grande. A penas y lo notaron, pero yo estaba a punto de quebrarme también, porque aquellos que descansan sobre mi, también dejan sobre mi rostro sus problemas, y esos pesan más que un par de brazos. Por suerte, en comparación a los otros, no dejaron su corazón sobre mi. Abría muerto aplastado.

Me tocó ser la luna, y su capa negra que los envolvió antes de lo esperado. Y al contrario de aquella mesa, tuve que ver hacia abajo, escudriñando una joven pareja que no sabía acerca de nada, más que de una eternidad obtusa, cuya única garantía, es que se pertenecen. Lloré una estrella fugaz, al ver que por un segundo, sus rostros recordaron mi presencia, y que además, me recordarían para siempre, inmóvil y estática, pintada para siempre sobre los ladrillos que pisaban, como el momento, en que se dijeron lo único que había que decir. Yo también los extrañaré.

Fui los labios, que abandonaron su labor inmediata de hablar, para callar lo que los ojos hacían evidentes. Me encontré con los otros labios, y sintiendo que no habría otra posibilidad, nos transformamos en cera, fundida por el calor del aliento, y con el sabor característico de un cariño que no puede ser ignorado. No hablaré más como unos labios, porque me dedicaré a recordar, como es estar en silencio con los suyos.

Por último, fui el corazón. De manera en que dentro de mi, pasaron las calamidades, y las bondades más abrumadoras de todas. Fui al mismo tiempo un mar de melancolía y un cielo de comprensión que se amalgamaba de manera violenta en mis cavidades. Latí a un ritmo acelerado, potente, que hacía daño, pero no me detuve. Pasaron por mi las palabras de la boca, y pasaron por mi las lógicas de la mente, todos vertiéndose sin permiso dentro de mi, irrumpiendo la quietud, y cambiándola por una necesidad de cumplir con mi función. Le mantuve vivo. Con cada frase, con cada extrañar, mis fibras se volvieron más flacas, y mi rostro imaginario se hizo de un significado. Debo decir, que como el corazón que fui, lloré más de lo que los ojos pudieron haberlo hecho, y más de lo que la luna haya podido dejar pasar en su rostro. Dentro de mi, no existió el tiempo, ni camino que seguir con ningún zapato, y a pesar de todo, me rehusé a sentir frío, porque en ese momento, no estaba sólo, tenía un hermano muy cerca de mi, que palpitaba también. Y que me decía, que algún día, me volvería también una persona que aún no existe... pero que al igual que yo, lleva el nombre de el conocimiento. Creo que quise ser una Sophia.

Como corazón, entendí más que la mente, y sentí más que la piel. Siendo el corazón, no hubo quien sintiera más la pérdida de su Quantum, y extrañé, aún más que el estómago, el vacío que quedó en mi. Y que hacen, que me de pena por el pecho, que ahora debe cargar con un vacío, que de manera contraria, pesa más que un poco de mi completo.

Por otro segundo... debo admitir. Fui ambos...



Kundu del Castillo

20 minutos


- !Pero si sólo llevan 20 minutos separados!

–Si, y ya soy un mejor hombre.


Esto que estoy a punto de plasmar aquí, creo que es en definitiva, lo más complejo que he escrito. No por difícil de entender, sino por que es sumamente complicado de aceptar. Realmente a nadie le gusta ser su propio crítico.

Supongo, que primero que nada, debo comenzar con una verdadera descripción de mi mismo, sin tanto "garigol" esta vez:

Sostengo, que soy un hombre con necesidades muy simples, lo básico solamente. Adoro comer, adoro dormir (aunque no lo haga) y adoro el arte. Todas, cosas que considero necesidades básicas en la existencia. Así pues, también soy un hombre con miedos muy simples. A quedarme sólo y a lastimar a los demás. Sin embargo, parece que soy muy bueno haciendo estas últimas dos cosas. La razón es muy simple: Tengo problemas.

Tengo un problema que ha ido creciendo con el paso de los años, y es que tengo, además de las ya antes dichas, una necesidad muy grande de sentirme querido, de sentirme necesario en la vida de los demás, de ser el centro de la vida de los que me rodean. Tengo una necesidad muy grande de ser amado y sin embargo, acabo de darme cuenta, de que yo no puedo dar la mismo a cambio.

Realmente, lo que más me perjudica, es mi posición como psicólogo, y no puedo evitar analizarme constantemente, preguntarme por qué hago las cosas, cuestionar mis acciones, y sobre todo regañarme a mi mismo. Después de todo ¿Qué clase de idiota es consciente de sus propios problemas, y no hace nada por remediarlos? Es así, como a partir de la racionalización (que se me da muy bien) he logrado identificar mis puntos débiles, pero sucede, que en vez de remediarlos, los sustento con bases lógicas, muy al estilo de mi padre, lo cual da una justificación a todos mis actos, y son realmente pocas las personas que pueden rebatir un argumento mío. Sin embargo, todo lo anterior, no es nada más que la negación de mis propios problemas. Me da miedo admitir, que he sido un idiota. Como dije antes, tengo una necesidad muy grande de sentir amor de los demás hacia a mi, pero siempre ha sido por egoísmo. Espero que comprendan lo doloroso que es para mi admitirlo.

Y le dije: "A veces, el universo me da una patada en las bolas para hacerme entender" Perderte, ha sido la mayor bofetada hasta ahora. Y es que, ahora me doy cuenta, y como había dicho en algún otro escrito, que al igual que todos, soy el causante de mi propia desgracia. Lo cual me lleva a pedir una disculpa, para ti tal vez, y para aquello(a)s que han pasado por mi necesidad de cariño.

No es que menosprecie la amistad de nadie. Mi concepto de amistad, ciertamente en su estado más puro, es la misma que la de todos: Alguien con quien puedes contar siempre. Sin embargo, tengo la manía, de llevar las cosas hacia un extremo casi patológico, transformando lo que es una amistad verdadera, en algo más sucio, lleno de pulsiones, lleno de mi Ello.

Y es que me di cuenta de algo asombroso, mis mejores amigos son todos hombres. Y mi mejor amiga, era mi novia. Si lo piensan, esto dice más de mi que cualquier cosa que les pueda explicar. Sin embargo, ya que ando en las epifanías, pues me di cuenta de mi propio modus operandi: Siempre estoy (o estaba, según la cronología) en busca de rostros, evaluando gente, buscando gente que... brille, como me gusta decirle. Y ciertamente, logro encontrar a personas que aprecio porque soy infinitamente especiales. Sin embargo, no puedo (o podía) detenerme ahí, sino que utilizo mis recursos, tal vez mi personalidad, para pues... causar un interés más grande. En otras palabras, suelo querer gustarles.

Déjenme repetir, que todas estas aseveraciones duelen más que una aguja en el hígado. Pero son todas ciertas, y creo que mi primer paso, al igual que el de todos, está en la aceptación de mi propia situación. He tergiversado la palabra amistad, en una necesidad mía por ser el centro del universo. Casi como si no pudiera detenerme hasta escuchar un "Te amo" de aquellas bocas. Y repito, no es que no aprecie la amistad de nadie, sino que tengo la mala costumbre, de llevar algo tan simple y tan puro como una amistad, hasta un extremo nada conveniente. Es por esto, que les pido disculpas, mis más profundas y sinceras disculpas. Y es por esto, que ahora estoy tan lejos de ti.

Creo que realmente, nunca me había sentido tan ingenuo como ahora. Y ciertamente, nunca me había sentido tan triste como ahora. Sin embargo, debo dejar algo bien en claro. La idiotez no es sinónimo de maldad. Y con esto quiero decir, que mi intención nunca ha sido lastimar a nadie. En especial a ti.

Pueden ser muchos motivos, y dentro de ellos se me ocurre el distanciamiento de mi familia, quien sabe. Tal vez sea mi padre. Pueden ser demasiadas cosas. Sin embargo, de lo que sí estoy seguro, es que nunca he querido lastimar a nadie. Y no sólo eso, sino que agradezco infinitamente a todas las personas que siguen a mi lado y que me quieren con sinceridad, a pesar de mi trato sinuoso. Como dije, no es que no los considere mis amigos, sino que tengo una mala costumbre. Cosa, que de ahora en adelante debo mejorar. De nuevo, pido una disculpa.

Me escudo diciendo, que pues, así soy yo. Pero la única verdad, es que es una manera de maquillar un defecto muy grande que tengo. Y siendo así, si tu, me sigues amando a sabiendas de todo esto me dice algo de suma importancia: Simplemente no vale la pena seguir con esta actitud, y que si efectivamente así soy yo, pues entonces estoy dispuesto a mejorar. En parte porque quiero ser una mejor persona, y en parte también, porque lo único que quiero, es convertirme en una mejor persona para ti.

Creo que hoy he llorado de la manera más pura que he llorado en toda mi vida. Porque sé que todo esto es necesario, y porque sé que es lo mejor. Y no tienen la menor idea de como me duele mi cuerpo, mis ojos, y mi corazón. Porque debo aceptar, que simplemente, ahora mismo, no soy lo mejor. Y que he fallado en mi empresa, de hacerte feliz.

Me consuela, no obstante, saber que, nunca había amado tanto a una persona, como para admitir mis defectos de la manera en que lo hago ahora mismo.

Quiero crecer, quiero ser mejor, quiero ser un mejor hombre. Aunque sólo hayan pasado 20 minutos.

Voy a extrañarte, y voy a llorar hasta que me seque. Pero siempre con la esperanza de que pueda volverte a ver. Quiero pensar que mi vida está ligada a la tuya. Y me doy cuenta de que si tengo una necesidad muy grande de cariño, pero que el único cariño que quiero, es el tuyo....

Para: Enkeli
Y para todos los que han tenido que sufrir por mis problemas.

Una vez más, me disculpo.


Farewell

Las 11:11




Una muñeca, con la sombra de un reloj que no se usa
no por pérdida, sino por melancolía

Las once con once, son sólo un minuto
lo que me hacen recordar, es eterno.

Lo que dice el título, eso.

Tal vez


Mi mejor amigo siempre se ha dado a la tarea de comparar mi vida con la de una montaña rusa. No precisamente porque sea emocionante, sino porque cambia de altura y velocidad con peculiar velocidad. Se queja porque, al ser una de esas amistades que, a pesar de sólo frecuentarse de vez en cuando, es una amistad de esas que duran para siempre. Así pues, cada vez que cruzamos de nuevo palabras, y nos intentamos poner al tanto de nuestras respectivas vidas, descubro, junto con él, que la mía da vuelcos cada vez más radicales.

Podría ser difícil de creer, y ciertamente lo es: Que mi vida cambie de forma bastante acelerada. Pero la verdad, desde este lado de las letras, debo decir que los segundos que vivo me parecen durar una eternidad. Y lo que soy ahora, dejé de serlo hace un segundo. Creo que ese es mi mayor problema, o tal vez, mi mayor ventaja, quien sabe. Aún así, nunca he dejado de ser quien soy, porque el que fui, ya no existe, y el que seré tampoco. Como aquel río que nunca es el mismo.

Y ahora me doy cuenta, de que ya estoy cansado de esa palabra: Hubiera. No soy el primero en querer desaparecerla, pero al parecer se empeña en perseguirme. Si tan sólo pudiéramos cambiar el "hubiera" por un "habrá que", tal vez podríamos hacer de nuestra existencia algo más o menos positivo.

Hay que recordar algo importante, algo que duele, y que muchos prefieren ignorar: Todos somos responsables de lo que nos sucede, directa o indirectamente. Y se que es difícil aceptar que las calamidades podemos causarlas nosotros mismos, pero creo que es importante darse cuenta de ello. Que nuestra intención puede ser completamente distinta, pero las acciones las hacemos nosotros, también las decisiones, y por tanto, conscientes o inconscientes somos los culpables de nuestras propias desgracias. Y así, aceptar esto último inevitablemente te hace una mejor persona. Yo se que es fácil culpar a los demás, después de todo ponemos nuestra confianza en los otros, para lograr nuestros propios fines, aún así, se nos olvida que nuestra vida, es nuestra vida, y que no tenemos siquiera el derecho a sentirnos tristes, si alguien no hace algo que nosotros esperaríamos que hiciera, o peor aún, algo que nosotros haríamos. Lo triste de esta lógica, es que nosotros tendríamos la culpa de todo, con el simple hecho de haber confiado en alguien más. Tal vez así sea. Ojalá que no.

La culpa y el hubiera, son casi sinónimos, hay alguien que me hace sentir esto más seguido de lo que yo quisiera. Tal vez algún día deje de decir tantos Hubiera, y se concentre en lo hermosa que es la vida.

Precisamente, creo que como siempre, nuestras energías están mal canalizadas, simplemente se nos olvida agradecer. Agradecer los malos momentos, agradecer las malas experiencias, agradecer que el mundo en su sabiduría nos da un par de bofetadas nada más para que despertemos de esa sedación que nos tiene atrapados en nuestra forma humana. Porque de no ser por todo lo anterior, de no ser por vivir lo peor en el peor momento (y que me disculpe Murphy por esto) no podríamos ser lo que somos. No podríamos aprender y distinguir lo que es el matiz de las cosas, y no podríamos amar esa naturaleza que casi con desdén, nos mira altiva y hermosa para decirnos que deberíamos prestarle más atención. Tal vez.

Ahora mismo, la vida me ha golpeado ya un par de veces, más seguido de lo que yo quisiera, pero siempre, con la intención de hacerme ver, que aún así, es la mejor época de mi vida. Tal vez haya perdido (las 11:11 pm) a mi novia, tal vez pueda perder la escuela, pero se, muy en el fondo que a pesar de mi tristeza y melancolía, todo es para mejorara. Ojalá que dios encontrara manera menos precarias de darnos una lección, pero somos humanos, sólo así aprendemos.

Y, Aunque no puedo evitar extrañar...

Así, agradezco, así propongo, y así soy feliz.



Kundu del Castillo



Farewell

Kundu del Castillo

Kundu del Castillo

Relatos de un cuervo

Relatos de un cuervo
Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

Lean esto:

Saber que

Saber que

la nada

la nada

eres tu.

eres tu.

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