Te extraño


Se enteró de aquel fenómeno del que alguna vez todos han hablado. Y no fue sino hasta que se vio obligado a transmitir la noticia, que se decidió a verlo por si mismo. Tomó sus recuerdos, y los envolvió sobre si mismo. Quería que todo en él, estuviera presente para sentirse uno mismo de nuevo. Aún así, se prestó a la incertidumbre. Paso tras paso sintió la emoción propia de aquellos momentos que lo hicieron suspirar, y esperó también, ser digno de volverlo a experimentar. No olvidó meterse su orgullo en el bolsillo, tal vez lo necesitaría.

Subió los escalones para llegar a donde el universo lo esperaba, sólo para darse cuenta de que la ventana que se abría sobre él en ese cielo, no podía ser más grande que la de sus ojos, y deseó por ese instante arrancar aquellos límites que su visión le proporcionaba. Se quedó parado un par de minutos, mirando el mundo a su alrededor, aquel que sin pedir algún permiso se colocó sobre lo natural. Apagó con sus ojos, cada luz que pudiera estorbar, y mientras lo hacía, recordó la belleza de querer compartir algo tan basto como la existencia con un ángel. Sintió aquella calidéz característica de su ceño fruncido, y cerró los ojos.

Al principio no hubo más que la nada, manchada de vez en cuando con la imagen de alguna memoria lo suficientemente intensa para quemar en el fondo oscuro, una sombra de lo que aún se desea conservar. Se sintió atravesar su propia alma, deshebrando cada sentimiento, hilo por hilo, y colocándoselos en la boca. Su sabor no era más dulce que el vino joven, y su textura era eléctrica. Lo hicieron llorar.

Abrió sus ojos por fin, y lo que miró no fue el cielo, sino el universo entero. Sus incontables estrellas brillaban intensas y estables para ser admiradas. Sintió, como el firmamento se movía, o más bien, lo hacía él junto con el mundo. Y en ese instante recordó, que el universo está ahí, existiendo, y que sin su presencia, la existencia es la existencia. En ese instante, su pecho se abrió de par en par, y de él, salieron sus tristezas, salieron sus lamentos y se disiparon en el vacío del espacio, que mal llamado, es todo menos vacío. Sus sentimientos brotaron imparables hacia el cielo, y a pesar del dolor, sus rostro no era otro más que el de un sonriente súbdito de el existir. Y entonces, vio caer la primera estrella...

Su pecho se cerró, y la luz proveniente de algún lugar se disipó también. Sólo fue el, y un haz de luz. Y lo que se introdujo en él, no fue sólo el imaginar un futuro, sino recordarlo. Dentro de su alma, se agolparon sus diferentes tiempos, que se expresaban todos a la vez por su mirada incauta. Disfrutó cada instante microscópico que duró aquella estrella al caer, y recordó de pronto que tenía el derecho a un deseo.

Pidió saber que pedir... Y la respuesta se hizo clara. Abrió su boca grande, y aspiró cuanto pudo, quería tragarse el cielo, quería sacudir el firmamento. Quería ver otra estrella caer... Y tal vez un segundo después, si tal cosa existió para él, otra estrella rasgó el cielo, y cortó su mirada por mitad. Se dejó caer hacia arriba, desprendiendo sus zapatos de la tierra que lo había procreado, y que ahora debía dejar ir, tal y como un árbol deja volar su semilla. Lo hizo rápido, con infinidad, extendió sus manos lo más que pudo y la atrapó.

Era más pequeña de lo que pudiera haber imaginado, pero quemaba su palma con mucha intensidad. Atravesaba lento y escupía su luz por cada poro en su piel. Supo que no podía conservarla por mucho. Cerró fuerte su puño, observando como su carne se hacía traslúcida con tanta luz. Se dejó caer de nuevo, esta vez hacia el suelo, pero esta vez, lo hizo cerca de una ventana que él conocía bien. Le pareció absurdo, pero ni siquiera tanta luz podía arrebatar el sueño de aquel ángel. Se colocó cercano a su rostro, y pudo percibir aquel aroma a electricidad. El astro en su mano, imploraba por una salida, quería seguir con su camino trazado en el universo. Y cuando sintió que la estrella estaba por atravesar su palma, se decidió ha hacerlo por fin, y la colocó en su boca. De sus ojos, no pudo salir ninguna luz, pues nada podría haber cegado en lo más mínimo al hombre que miraba con ternura a aquel ser hermoso dormitando. Y con la estrella en su boca, la besó...

Fue entonces, cuando el vacío del espacio, y de su pecho, dejó de llamarse vacío. Para darle un nuevo nombre, para resignificar aquellos recuerdos de su futuro. La despertó, sus ojos se abrieron de golpe, y al notar sus labios encendidos, comprendió que se trataba únicamente de la unión inefable de la existencia con la añoranza. Él la llamó por su nombre y le susurró al oído lo único que le vino a la mente:








Kundu del Castillo

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Relatos de un cuervo

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Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

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