Y tomé la fruta...
Supongo que ya me habían dicho como era, pero al tenerla en mis manos, supe que no podría llevarla a mis labios. Tal vez por miedo, tal vez por uno presiente cuando la naturaleza se vuelve venenosa. Y aún así, no pude quitarme la idea de morderla, de devorarla con la ansiedad que la vida se había empeñado en acumular en mi.
¿Cómo olvidar aquel árbol? Con sus ramas hermosamente torcidas, con sus hojas color carmín, tal y como la sangre que me regalaste para poder llegar hasta ahí. El viento no podía mover aquellas hojas, no porque no lo quisiera, sino porque en aquel lugar dentro de tu alma, no había ningún aire. Quisiera haber muerto sin respirar, pero tu calor me mantenía vivo, me daba la energía reticente para que mi alma sufriera al perderte otra vez. Ojalá pudieras haberte visto en tus adentros, y tocaras las venas que alimentaban aquella planta.
Mordí aquel fruto, y mis labios se entumecieron de inmediato. Mi corazón sintió el regocijo de terminar su ciclo incansable. Abracé tu tronco, y llore del dolor que punzaba profundo, fuerte en el pecho. Y la locura llegó a mi cuando no pude parar de reír. Cada músculo dolía cada vez mas, en tensión por la hilaridad de tu recuerdo. De recordar como tus ojos me guiaron hasta ese lugar, de como la increíble paradoja de nuestro cariño terminó por procrear un fruto tan ponzoñoso.
Debiste ver, cómo mis manos se volvieron ramas, y debiste ver, como un nuevo árbol abrazó tus hojas, y debiste ver cómo la nueva vida surgió, para acabar con la vida los curiosos.
Kundu del Castillo
Hoy no es tristeza mi compañera.
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Hoy no es tristeza mi compañera.
Hoy la soledad me abraza.
Hoy hay un nuevo sentimiento en mi interior.
Hoy el delirio y la locura trastornan mí alrededor...
Hace 12 años
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