Las marcas de tinta no se borran



¿Alguna ves han visto esa combinación? Tinta y Agua...

Hace poco descubrí que tenía algo que agregar a la lista extraña de cosas que me gustan sólo por gustarme. Y no se que tienen esas manchas de tinta, esa estela que dejan en el fluido de mi mente que las hace tan atractivas. Cómo si de verdad representaran la adición de algo nuevo, en un vaso que es mi vida.

Me ha pasado mucho, continúo pensando, y voy descubriendo que en realidad no me ha pasado lo suficiente, porque el pasado eso es, y mi presente es mucho más importante. ¿Y la tinta? ¿Cómo haces para borrar lo indeleble?. Realmente no hay que hacerlo, supongo.

Alguna vez mi vida fue como aquella gota con un poco de tinta en ella. Difusa, pero llena de un color negro, que lejos de desaparecer, se expande como el oxígeno que exhalas cada vez que suspiras por un anhelo, por un logro, o por una decepción. Pero hoy en día, hay más agua que tinta, y hay veces que me pregunto que tan positivo es eso. ¿No sería extraño mirar a través del vaso y no encontrar ni una pizca de ese color? Creo que la vida también es eso: La distinción entre lo bueno y lo malo. También de lo creíble y de increíble. De la infelicidad y de la felicidad misma que buscamos. Imposible de encontrar hasta que por comparación, te encuentres metido en ella, sin escape, tal como su contraparte. Es lo mismo en realidad.

Tampoco he podido olvidar, que para pintar, es necesario agregar más o menos fluido, se tiene que matizar con delicadeza los detalles que hacen de una obra lo que es. Y hay que agregar de vez en cuando, errores que no son errores, para que la pintura se humana. Para que quieran observarla.

Este clima frío, me hace recordar una que otra mancha, uno que otro gris difuminado por lo húmedo de mi pincel que rompí hace mucho. Como un símbolo de que nadie repetiría mi obra, ni siquiera yo mismo. Es curioso si lo piensas bien; quedarte ahí admirando algo que no puedes repetir jamás, y pensar "Cielos, ¿En serio eso lo hice yo?" Me pasa cuando dibujo también. Pero está bien, porque sabes que nada, nunca te quitará esa imagen. Lo difícil es guardarla en tu bolsillo, y admirarla sin tocar ni hacer.

Es mi técnica favorita ¿Sabes? La tinta china, creo que lo mencioné alguna vez. Se hace con cuidado, con paciencia de la que carezco y saco de no se donde, con una dedicación más allá de lo humano, en lo artístico. Muy lento, y con mucha precisión, porque sabes que un error, es perderlo todo. No existen errores sobre el guarro, sólo las muestras de la perfección con que lo hiciste, o de tus equivocaciones también. Pero todo, todo se queda en ese dibujo. Cada muestra de tu pericia con el pincel y la tinta inborrable queda plasmado, y queda en ti decidir si dejar ese error tan humano tuyo, o esconderlo y simular que es otra cosa. Tinta y agua, en verdad es como he vivido.

No quiero ser malinterpretado, esta obra que llevo, es grandiosa a mis ojos, y con cada mancha hecha por mi nuevo pincel, me convenzo de que nunca dejaré de pintar. Y que pase lo que pase, quedarás, permanente en eso que he hecho para la admiración de los demás, y sobre todo, para mi mismo.

Que dulces formas, aquellas de la tina en el agua. Fortuitas, pero semejantes cada vez.

A quien corresponda.




























Hace centurias que camino en la piel viva de mis plantas
Sol incansable e inclemente que hierve el asfalto.

Las huellas, aunque parecidas,
ni siquiera son mías
Más bien son tuyas, que decidiste bajar de mis brazos.

La lengua se vuelve reticente,
Sangre que baja por mi garganta.

El pasado, desdice lo que nuestros labios hicieron,
sólo deja un presente seco, cansino:
Hojas que crujen bajo los pies que sangran.

Ahora, en mi ceño, sólo queda añoranza
Imagen tuya infranqueable y desdeñosa
creo, que ya no quiero caminar.



Nora del Castillo

Como una fuente



Siguen pasando los días, cada vez más lentos y cada vez mas vanos. Quisiera poder observar mi vida por fuera, aunque sea por un segundo. Quisiera poder observar cuales han sido los resultados de las decisiones que he tomado. Pero al menos por ahora, sigo encerrado detrás de mis pupilas, obligado a ver el mundo de cualquier otro, y en especial el tuyo.

Fue entonces cuando alguien me dijo, que no era otra cosa más que agua, rodeando una fuente. Sin duda, aquel fluido indicador de pureza también puede tener sus fallas. Curiosa dinámica la de el agua y la estatua. Por separado, son igual de bellos. El agua corriente, con deseos de ser un río, purificarse con forme avanza, no ser igual nunca, y ser un río distinto cada vez que lo miras. La figura de piedra, labrada con el cuidado de aquel escultor que decidió sublimar la belleza dentro de un trozo de cantera, ya que no necesita nada más para que los sentimientos se vuelvan eternos, estáticos, perdurables por fin, para que el escultor pueda morir en paz, y su obra lo haga inmortal.

Así es la belleza de cada parte, que algún soñador quiso unir. La belleza del agua y la eterna hermosura de la piedra, en un ciclo que los alimentaría y los sustentaría para formar algo más sublime: Una fuente.

Como conjunto, la belleza de la unión entre la naturaleza y arte, no tienen comparación. Cada mente excéntrica que ha querido exaltar la profundidad de su jardín, ha querido sin duda agregar el significado eterno de la piedra y el agua. Adornar con su ciclo aparentemente infinito la naturaleza a su alrededor. Sin embargo, aquellas mentes, aquel mundo y aquellos artistas han sido lo suficientemente egoístas, como para no dar cuenta de los hechos más simples de dicho juego: El agua se estanca, y la piedra se erosiona.

El artista, nunca ha tenido en cuenta que existe una interacción entre la fuente, los elementos de la fuente, y la naturaleza a su alrededor. Cada jardín tiene sus hojas caídas, y el trabajo del río es absorber aquella basura, que terminará siendo parte otra vez de la naturaleza, pero dentro del ciclo infinito de la fuente, no existe a donde llevar la tierra, y tarde o temprano aquellas hojas, aquella tierra, aquella naturaleza estancada se vuelve moho.

La naturaleza de la piedra, siempre ha sido la de marcar el incansable camino del agua, y a pesar de su apariencia rígida, es capaz de filtrar dentro de ella la impureza. La piedra que absorbe, paga el precio del desgaste paulatino, y de vez en cuando, quisiera pedir con la voz que el mundo no le otorgó, un descanso.



Es así como la fuente, el agua y la piedra, deciden ser cada uno una belleza individual, tal vez sólo para extrañarse, para querer volver a ser en sueños, un agua más clara, y una piedra más limpia.



Kundu del Castillo


Los colores del océano dejaron de ser azules cuando te conocí,
ahora son más bien difusos, como si el agua fuera ese cristal que fragmenta el sol
dentro del sabor de la sal, ya sólo existe el de tu lengua que, lejos de ser salada, me sabe a miel
bastó una gota de aquel mar arcoirizado para hacerme entender, que la visión y el color, son un regalo
y que se convierten en un privilegio, cuando se enfocan en tu mirada

sólo eso...

Un poco más sobre Ana (Piedad II)


Miró aquella estrella que se acercaba y como un relámpago le atravesó la frente.


La muerte no fue algo tan definitivo como pensó que sería, y ciertamente tampoco tan negra como se imaginó al cerrar los ojos. El mayor de los problemas, era que podía seguir sintiendo:

En su frente, una bengala ardiente avanzaba impasible hacia el centro de su cabeza, y con cada milímetro que avanzaba el mundo de sus recuerdos se derretía sobre el infinito. El universo y la primera de sus sonrisas se combinaban para formar una nueva imagen. La creación del fuego y aquella vez que montó a caballo era ahora la misma cosa. Incluso, aquella ave que decidió cantar cuando el rocío de la mañana despertó sus sentidos, se había amalgamado sobre la primera palabra pronunciada por ella.

Sus ojos, ahora no eran más que otro recuerdo inservible de algún aparato que alguna vez tuvo una utilidad, y no serviría más que como un arcaísmo de la vida que decidió abandonar en la furia y en la desesperación de un ser incomprendido. Sin embargo, quiso pedirle a aquel haz de luz que atravesaba su mente, que le permitiera usarlos una última vez.

Arrancó con desesperación aquellas imágenes homogéneas de su pasado y el infinito, y pudo separar sus párpados que se encontraban unidos no por un medio físico sino por la inconformidad de haberlos usado de una manera errónea. Lo primero que pudo hacer, fue mirar hacia abajo. Tal vez porque quería mentir una vez más. Y sus plantas se encontraban postradas sobre el mundo entero. Miró el resto de su cuerpo y pudo darse cuenta de que era tan grande como todo el sistema solar. Su piel era una mezcla intangible, plasmática, y difusa, sólo la imagen borrosa de lo que antes había sido su cuerpo desnudo.

Frente a ella, se encontraba todavía como lo recordaba, el sol. Cada rayo que se emitía desde el caliente centro del aquel astro, debilitaba su cuerpo, y la invitaba a dejarse llevar por aquella energía que se irradiaba con fuerza en el vacío del espacio. Quiso tocarlo, pero no pudo. Al acercar uno de sus dedos, éste se hizo añicos, deshebrándose en pequeñas ráfagas de humo que se disipó de inmediato. Sin embargo, las ganas de poseer aquella estrella imperaban sobre su razón difusa como su cuerpo. Extendió la palma para poseer por fin aquel astro, pero su mano se desintegró de inmediato. No había razón ni dolor suficiente como para discernir lo sucedido, así que decidió devorarlo entonces. Bastó con ponerlo dentro de su boca para saber a donde habían ido su dedo y su mano.

El universo frente a ella se pareció dar un espasmo, y cada estrella y planeta en él comenzaron a dirigirse a un sólo vértice: Los ojos que quiso usar por última vez. Un torbellino de luz, materia y calor empezó a formarse frente a su rostro, todo dirigido a su mirada. Comenzó lentamente, pero al cabo de unos instantes, la fuerza se hizo furiosa. Sus ojos, poco a poco, devoraron el universo y su contenido, y hasta la última estrella y pedazo de roca existente o inexistente formaron parte de lo que serían ahora sus recuerdos. Lo único que pudo observar ahora, fue un profundo e inconsolable negro que se extendía indefinidamente en todas direcciones.

No existía para ella, la palabra existencia. Ni volvería nunca a usar la palabra Volver, y el significado de su nombre significaría nada por siempre. Era ahora, nada más que una conciencia a la deriva. No era nada más que el contenido de el universo, y no era nada más que una estrella que se perdería en la conciencia de alguna otra mente, la cual algún día, quisiera escapar de una existencia donde los rostros no perciben más que la figura de una estrella en la frente de una niña.

Ana no era nada ahora, más que una estrella fugaz.





Kundu del Castillo

Piedad









–Mors…

–¿Eu?

–¿Te has preguntado hacia donde van las estrellas fugaces?

–No en verdad

–Pues hubo una persona que lo descubrió, y lo hizo porque estaba muy enojada.

–¿Ah si?

–Su nombre, como sabrás por algún extraño motivo, era Ana. Ella era fotógrafa.


»Todavía no terminaba de estudiar fotografía, y ya se sentía un poco frustrada por haber comenzado a penas su carrera. Su padre y su madre, nunca estuvieron realmente de acuerdo; era de esperarse que pensaran que su hija moriría de hambre tomando fotos aquí y allá, así que su padre maldijo el día en que le cumplió aquel capricho de comprarle la cámara que quería

Ana, era una persona de esas, que no las notas a menos de que te la señalen, siempre por detrás del tumulto, observando solamente, capturando con su cámara el movimiento que ocurre a su alrededor, y no el suyo. Parte de su frustración, era gracias a que le era prácticamente imposible relacionarse, la verdad es, que era demasiado boba para conocer gente.

De cualquier manera, todas las personas a su alrededor, a través de su lente, parecían no tener rostro, sólo eran parte de aquel cuadro que ella intentaba capturar, pero nada más.

Ese día, tenía un hambre notable.

La preocupación de sus padres estaba bien justificada ya que no tenían muchos recursos, y aquel lunes, no había podido comprar nada para el desayuno y ciertamente, eso la ponía de malas, no por el hambre, sino por la situación.

Con cada rugido de su estómago, imaginaba al mar de rostros impersonales poniendo su atención en ella, como si supieran que en sus bolsillos no había nada, y la desaprobaran como ser humano.

Para Ana, era un sentimiento difuso, pero muy profundo, como una comezón que no puedes ubicar, o como una cortada de papel en un dedo difícil de encontrar, pero que duele en toda la palma. Y ese día, ya estando de malas decidió ir al centro a tomar algunas fotos. Igual tenía que hacerlo para terminar su proyecto de fin de semestre, pero éstas las iba a tomar por puro gusto, tal vez para que se le olvidara el hambre.

En el autobús, un hombre peculiarmente feo, se le quedó viendo durante todo el trayecto, su rostro era tan desagradable que Ana sintió la necesidad de capturarlo en una foto. Cruzó una rápida mirada con el sujeto y este sonrió con una dentadura deficiente y amarillenta. El cuadro era todavía más repulsivo.

-¿Qué?, ¿Te parezco así de guapo, niña? ¬–Dijo el feo y calvo hombre. ¬–¿Por qué no tomas una foto? Dura más.

Ana tomó su cámara que colgaba de su cuello y velozmente capturó la sonrisa, que le pareció tan desagradable, misma que desapareció de inmediato al darse cuenta de que efectivamente lo habían fotografiado. El hombre, disgustado al ver cumplido su sarcasmo, se levantó de su asiento y se acercó amenazante a donde estaba Ana.

-Lo... lamento, no era mi intención molestarlo. –Replicó Ana de inmediato, pero el ya arrugado señor, estiró con fuerza de las correas de su cámara y se la arrancó de un tirón, lastimándole la nuca. -!¿Qué hace?!... -Ana no terminó de decir el improperio que se le vino a la cabeza, cuando el hombre arrojó su cámara por la ventana del autobús.

Inmediatamente, Ana se levantó y miró por la ventana sólo para ver su cámara estrellarse en la acera. Chilló de rabia y pidió que detuvieran el autobús con un grito. El chofer frenó de una manera tan abrupta que el feo hombre calló de bruces al suelo. Ana lo ignoró y bajó del Bus tan aprisa como pudo, y a pocos metros de ella, estaba su cámara, con la lente partida en dos, y algunas piezas que no supo de donde provenían regadas a su alrededor

Derrotada, se hincó para recoger su instrumento destruido, y escuchó detrás de ella la cínica risa del hombre que la arrojó y diciendo: !Tal vez eso te enseñe a pedir permiso antes de tomarle la foto a alguien, mocosa! –Dijo el hombre a través de la ventana del transporte, mientras este avanzaba, alejándose.

Ana a penas pudo contener su furia, después de todo, técnicamente si le había dado permiso. Apretó la correa de su cámara con tanta fuerza que se lastimó. Quiso gritarle algo, pero no pudo, lo único que salió de ella fue un llanto lastimoso.

Las personas sin rostro, dirigían sus cabezas a donde se encontraba aquella muchacha sentada en la banqueta, con una cámara rota en sus manos, con lágrimas en las mejillas y por primera vez, Ana deseó que alguna de esas personas, tuviera ojos.

Decidió levantarse de una vez, y ver que tanto daño había ocurrido con su cámara. El botón del disparador no funcionaba, la lente estaba dividida a la mitad por una fisura que fraccionaba la imagen, además de que se podía ver el mecanismo interno por un agujero que se le hizo en el armazón.

Sus ilusiones de repararla desaparecieron al darle la vuelta y ver como caían piezas del interior. Se sintió increíblemente frustrada, sabía que no podía obtener otra, sus padres nunca alimentarían ese "vicio" suyo, y ciertamente aunque tuviera reparación, no podía pagar por ello.

Su estómago se frunció y con la mano derecha golpeó los restos de su cámara con todas sus fuerzas contra su otra mano. Se hubiera dado cuenta, de no ser por su grito de enojo, que el sonido del disparador se había activado.

Fue un amargo regreso a casa. Después de todo, ¿Cómo iba a seguir estudiando fotografía sin una cámara?. Tendría que usar alguna de las cámaras para prácticas de su escuela, las cuales, no eran muy diferentes de su cámara rota e inservible.

Sintió nauseas de pensar en que tenía que explicarle a sus padres. "Seguramente brincarán de gusto, justamente después de castigarme de por vida" pensó.

Al llegar a casa, ignoró olímpicamente a sus padres sin rostro, y se dirigió directamente a su cuarto, ese lugar tapizado de fotografías, todas tomadas hacia arriba, con el afán de que todo luciera mejor, así que en cada foto, se podía al menos, ver un poco del cielo.

Quiso que eso la hiciera sentir mejor, pero no tuvo éxito. Se hundió en sus almohadas y dio un grito ahogado.

Más tarde, subió al techo de su casa por un andamio y miró al cielo nocturno todavía con lágrimas que enfriaban su rostro hasta dolerle. –!Maldita sea!, ¿No pudiste enviarme a un mundo donde el único ser humano con rostro no aventara mi cámara por la ventana? –Reclamó a alguien en el cielo.

Tomó su cámara rota que seguía colgada en su cuello, la puso en su mano y extendió su brazo cuan largo era, sin embargo, se detuvo al recordar que el rollo seguía dentro, dentro estaban parte de las fotos para su trabajo. Así por lo menos podía salvar el parcial, y pedir prestada una cámara

Lo sacó a fuerzas, sin importarle que se velaran algunas fotos, y tomó su cámara con el enojo de un niño que no soporta ser incomprendido y que no se da cuenta que habla otro idioma, así que lanzó su cámara lo más lejos que pudo.

Se perdió en lo oscuro de un árbol, y nunca la escuchó caer.

El frío de la noche comenzó a calarle, y volvió a su cuarto para revelar el rollo que tenía en la mano. Las fotos que quería estaban intactas, pero hubo una que llamó su atención, pues era aquella que su cámara tomó por accidente cuando la golpeó en la calle, le sorprendió aún más el hecho de que no se hubiera velado, ya que era la última. Además el cuadro tenía algo increíble: Por primera vez, había una persona viendo directamente a la lente.

Se trataba de una persona mayor, y Ana no supo adivinar si era hombre o mujer. Su piel era color rojizo, y sus cabellos muy pocos, sin embargo los que ostentaba eran negros y gruesos como el alambre. Estaba sentada en la banqueta, y frente a la persona había una manta con varios artículos hechos a mano, sin embargo, lo que predominaba entre las cosas, era la forma de pequeñas estrellas regadas por todo el mantel.

Ana se quedó mirando la fotografía un largo rato, hundiéndose en los ojos ámbar de aquella persona. Sintió, por primera vez, que alguien la estaba mirando.

Por un segundo, la fotografía pareció cobrar vida, y las personas que caminaban por la acera estáticas, comenzaron a moverse, los autos del otro lado de la calle se ponían en movimiento también y Ana estaba parada de nuevo en el mismo lugar, del otro lado de la avenida, donde justo en frente, estaba aquella persona anciana mirándola con severidad. Parecía como si el rol se hubiera invertido, y lo único estático como en una fotografía, eran Ana, y esos ojos que la atravesaban.

Ana salió de su ensueño cuando escuchó a lo lejos unos gritos, parpadeó un par de veces y de nuevo se encontró envuelta en sus cuatro paredes llenas de fotos y percibió los gritos de su madre llamándola a cenar. Dejó la foto en su buró, cenó, y se olvidó del asunto.

Al día siguiente, se dirigió al centro, y sin saber por qué, llevaba su cámara rota con ella. Más conciente que inconcientemente, se sorprendió caminando por la misma calle donde había ocurrido el fatídico el día anterior y buscó con cierta esperanza, encontrar aquel rostro de la fotografía.

No encontró nada, frente a ella, sólo había más gente sin rostro, yendo y viniendo, dirigiendo sus cabezas momentáneamente hacia Ana, la muchacha con una cámara que parecía sonaja, y que todavía tenía restos de las hojas del árbol de donde Ana la recogió.

No pudo dejar de sentir la decepción bajando por su pecho hasta su estómago. -Parece que sigues sin escucharme. –Dijo a la nada en voz baja.

De pronto, percibió el sonido del disparador de la cámara que colgaba de su cuello. Sorprendida, la sacudió un poco, sólo para escuchar el tintineo de las piezas sueltas en su interior. Miró a través de la lente durante un segundo, con la esperanza de que su cámara hubiera vuelto a la vida, y sólo vio la imagen dividida en dos de su lente roto. Sin embargo, a lo lejos, y de manera muy similar a un caleidoscopio, vio el cuadro distorsionado de un rostro que la miraba severa.

Retiró la cámara de su cara, y observó a aquella persona anciana de la que poseía una foto. Pudo sentir con mayor intensidad, como los ojos ámbar, la atravesaban de lleno otra vez.
Notó que la gente sin rostro, al igual que con ella, no reparaban en la existencia de aquel ser, vestido con muchos colores, y con un mantel lleno de pequeños objetos igual de colorido. Ana se acercó un poco intimidada.

Cuando estuvo frente a esos ojos, se quedaron mirando durante unos minutos, que para Ana, fueron una contradicción: La mirada de esa persona la intimidaba de sobremanera, la hacía sentir inferior de un modo sobre humano, y sin embargo, estaba llena de comprensión y condolencia. Por un minuto, pensó que de alguna manera, se estaba apiadando de ella.

-Hola. –Dijo Ana con precaución.

No obtuvo respuesta alguna del ser cuyo sexo no podía definir ni siquiera estando a un metro de ella. Su piel roja tan colgante y en los huesos, ya no hacían diferencia obvia entre un hombre y una mujer.

El anciano, o anciana, se quedó quieto mirando con intensidad a Ana. -Este... ¿Por qué me miras de esa forma eh?.– Dijo Ana haciendo esfuerzo por no tartamudear.

Sin quitar su mirada, el viejo o vieja, le extendió la mano y señaló su mantel. En él, había un montón de pequeñas estrellas de papel metálico, tal y como las que las maestras suelen usar de premio en el kinder.

–Ah, ya veo, ¿Vendes estas estrellas? –Dijo Ana, ya un poco asustada con la situación.

El anciano sin género asintió sin retirar sus ojos ámbar, severos, profundos y enjuiciantes. Sin ver lo que hacía, ya que tenía sus ojos clavados Ana, bajó su mano y señaló una estrella color plateado de entre las cientas que estaban regadas por el tapete.

Ana la recogió. –¿Quieres que te compre ésta? dijo Ana con la estrella en la mano, y sacó su monedero. –¿Cuanto cuestan? –Pero no obtuvo respuesta alguna de aquella persona.

Ana le extendió la mano con la moneda de más alta denominación que tenía, pero aquellos ojos no estaban interesados de ninguna manera en el dinero que pudiera ofrecerle. Lanzó la moneda hacia el andrógino y viejo ser, y ésta cayó sordamente junto al centenar de estrellas de colores.

-Quédate con el cambio.

La presión era tanta de la mirada de aquellos ojos ancianos que Ana no pudo soportarlo más, así que tomó su estrella y arrancó su mirada de la de aquella persona sobre humana. Se dio media vuelta y se alejó.

Ana, con el corazón acelerado por aquel encuentro, caminó a la parada de autobús más cercana, sin dejar de mirar la estrella de papel metalizado que tenía en su mano.

Recordó como, cuando era niña, solía siempre volver de la escuela con una de esas en la frente, tal vez eso le recordaría a su madre aquella época en la que si estuvo orgullosa de ella, así que le dio la vuelta, la lamió, y se la pegó en la frente.

Durante su regreso a casa, varias personas sin rostro voltearon a donde estaba ella, sin ver a Ana por supuesto, sólo a la estrella plateada. Esa noche, al no recibir ni un comentario de sus padres volvió a subir a su techo. Se acostó pensativa, ignorando el frío del concreto, y miró el cielo nocturno durante un rato.

La imagen de aquella persona de ojos penetrantes, la persiguió durante el resto del día. Había subido al techo con su cámara rota todavía colgando de su cuello, y de nuevo, escuchó el sonido del obturador cerrarse.

-Esta cosa está loca. –Pensó en voz alta. Y se puso de pié para revisar su cámara con detenimiento, sacudiéndola, golpeándola, pero sin ninguna reacción más que el tintinear de piezas, colocó su ojo en la lente de nuevo y apunto al cielo, sin ver más que un montón de estrellas en el caleidoscopio de su cámara. Sin embargo, cuando retiró la cámara de su rostro, se dio cuenta que lo que observaba en la lente, no era un cielo estrellado, sino una sola estrella en el cielo, muy brillante, y de un peculiar tamaño. Ana juraba que estaba creciendo, y efectivamente así era.

Vio por detrás de el puntito brillante, que pasaban un par de estrellas fugaces y comprendió tarde, que aquel haz de luz, era una de ellas. No pudo reaccionar a tiempo, cuando la estrella la golpeó justo en medio de la frente, donde había colocado la estrellita que había comprado.

Ana cayó al suelo, y quedó inconsciente.






–Oh, así que ahí es donde terminan.
–Así es.
–Gracias por confesármelo.





Kundu del Castillo

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Relatos de un cuervo

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Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

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