Color despertador




¡Ahhhh! Ese maldito despertador.

No entiendo por qué lo compré, es tan… ¡Rojo! Maldita sea como odio el rojo. ¿Qué hora es? Ah si, por supuesto el susodicho despertador no me hubiera despertado si no fueran las siete y media. (Bostezo)

Tan bien que estaba soñando acerca de… Un momento, ¡Bah! ya se me olvidó que estaba soñando. ¿Me pregunto por qué nunca puede uno recordar sus sueños? Debe ser porque soñar es tan bueno que está prohibido recordarlo de inmediato. ¡Si eso es! Si uno recordara sus sueños entonces no querría despertar y volvería a dormir sólo para regresar donde se quedó. Supongo que debe ser eso. Oh cierto, ya pasan de las siete y media, mejor dejo de pensar en estas cosas, ya se me hace tarde.

Uf uf ¿Que le pasa al piso que está tan celeste? Juraría que se vuelve más claro cada mañana. Debe ser el invierno. Pero no me puedo quejar, prefiero el invierno que al verano con sus amarilleces. Mejor me pongo calcetines antes de que se me azulice el pie.

(Cocina)

Y bien ¿Qué habrá de desayunar hoy? Ash esta comezón matutina, ya debo tener la piel blanca de tanto rascarme. Echemos un vistazo a la nevera: Huevos azules, leche azul, restos azules del sándwich de ayer… Seee, supongo que será el sándwich.

¡Mmmm! Está igual de bueno que ayer, aunque le vendría bien un poco de amarillo. Tal vez si lo meto un poco al microondas. Eso es, un par de segunditos y… Ahhh el dulce verde indicándome que mi comida está lista. Veamos… ¡Biedn! Ahogda sdobe mocho mojor. (Gulp) Excelente, ahora… ¡Ah dios mio! Pero si ya son las ocho en punto. ¡Ah! Pero síguete levantando sólo media hora antes! Ni siquiera he podido meterme a bañar. Bueno con un día que pase no creo que suceda nada ¿Cierto? Oleré mi axila sólo por si acaso. (Snif snif) Mah, no está nada mal, no está tan oscura como pensé. Mejor me apuro.

(Puerta)

¡Ah! No hay nada como una bocanada de aire celeste para comenzar un día. Oh como adoro esa sensación de hojas violeta crujiendo bajo mis pies. Ojala fuera otoño o invierno más seguido así podrían violetar las hojas más seguido para que crujan. Pero, ah ¿Qué idiotez estoy diciendo? El verano necesita ponerlas amarillas primero, si no, no funciona. Bueno, como sea, caminar sobre ellas es delicioso.

¿Qué? ¡Ah! Shhhhht, ese condenado perro rojo otra vez. Como odio las cosas rojas, bueno, al menos así de rojas. Shhhhht ya cállate ¿Sí?, ya me voy, mira, mira, estoy pasando de largo ¿Ya?, shhhht, Sabes, podríamos ser amigos si no fueras tan rojizo. Pero bueno, allá tu. Mejor sigo caminando, como de costumbre ando tarde.

(silbido) Ah que buena canción, más tarde volveré para aprenderla en la guitarra.

–Si, eso sería buena idea.

“¡Ah! ¡Me asustaste!”

–Jaja eso parece. ¡Hola! Parece que llegaste a tiempo.

Uff, ok… Prepárate. Lo siguiente que salga de tu boca debe expresar exactamente lo que sientes. Debe expresar todo lo que te sucede interiormente de manera simple y no muy atrevida. Debe expresar esa revolución de sentimientos titánicos que se deshebran poco a poco con la intensidad y amarillez de su mirada. Debe poder decir lo increíble que es su voz en los diferentes tonos que me hacen desfallecer entre sus azules, sus verdes, sus naranjas. La insuficiencia de las palabras agolpadas en la punta de mi lengua chillando, gritando por la oportunidad de decirlas todas a la vez. El ardor blanco que causa su mirada en mi piel que se eriza cada vez que acerca su aliento de suave malva satinada a mi cara que espera con deseo desenfrenado y a veces mordaz una pequeña muestra extra de su tacto, amarillo y agradable. Debo poder decir la tremenda inspiración que más que inspirar, causa que exhale mi corazón. Un corazón que late a tumbos morados, profundos y llenos de notas claras y oscuras que llevan mi cuerpo a estremecerse de la calidez de terracota que me invade. Que no existe un foco de inspiración más intenso que el suyo, que su presencia hace que las musas de las personas, palidezcan y guarden silencio con tal de ser ellas quienes admiren la gama, los matices desbordantes que significan su mera existencia. Hacerle saber que los manjares que sus dedos bermellones evocan en mi, saben insípidos, verdes, con sólo imaginar como sería el roce de sus labios. Que mis extremidades se confunden en su actuar, en su teoría de cómo se debe demostrar afecto, de que tan naranja, que tan violeta, o que tan celeste debo ser. Que mi interior arde con amarillez, y que siento que puedo explotar si no hago de sus brazos mi abrigo, y su boca mi respiración. Debo hacerle saber que el universo plata se hace menos infinito si lo comparo con la distancia que desearía que tuviéramos. Que los amaneceres más escarlatas, o los anocheceres más fosforilocos, no compiten contra la explosión de tonos que entran por mis oídos cuando dice mi nombre. Que me derrito, que me muero, que sólo existo para ese momento en que pueda sentir su mirada de pantone en mi pecho burbujeante, de claro oscuros, de contrastes, de complementos, de gamas, de matices, de gradientes, de escalas, de canales, de policromos, de… luz.

Debo poder decirle que, aunque no pueda ver…

“Tu… Le das color a mi vida”






Kundu del Castillo

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Relatos de un cuervo

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Sin ser humano, se decidió por fin a dar vida a la razón.

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Existen una minoría en este mundo, de personas que se quedan admirados de su propio pensamiento, y no obstante, que se dan cuenta de la peculiaridad de esa cualidad como especie que tenemos, de conocer y pensar sobre nuestro nuestra propia situación llamada existencia. Me considero una persona al tanto de la belleza que nos rodea, al tanto de los diferentes mundos que existen dentro de las mentes de los otros. Y gracias a eso, me he convertido en una persona en constante búsqueda de aquellos que parecen brillar y resaltar de entre una multitud de indiferencia, y tal vez ignorancia hacia la naturaleza que nos rodea. A través de este medio, quisiera idealmente hacer saber, mi lado menos humano, y por lo tanto, más natural, con la esperanza de que por un instante dejen a un lado su humanidad y se dediquen a observar, a pensar, y saborear las texturas de la subjetividad.

Por ejemplo, si vienes a visitarme todos los días a las cuatro de la tarde, desde las tres ya estaré felíz.

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